jueves, 28 de abril de 2011

Violeta

La Gran Vía parece aún más inmensa sin ella.

Aún recuerdo aquel  14 de abril cuando todo el mundo inundaba la ciudad con sus banderas y sus cantos, pero entre toda esa gente solo podía verla a ella. Esa mujer tenía en su ser toda la luz del sol. Me acuerdo de que nos chocamos y que en ese instante el tiempo se paró para mí. Aquel vestido morado, y su voz.
-         - Discúlpeme, soy una torpe. Hoy es un día de caos en toda España.
-         - Si, por fin ha llegado el día que tanto esperábamos.
-         -  Si, por fin. Aaaa, que descortés soy, mi nombre es Violeta.
-          - Alejandra, un placer.
Violeta. Ironías de la vida.
Empezamos una conversación absurda que nos llevó al Café Pombo y a la fijación de una cita para el día siguiente.
Los días pasaron y nuestra amistad fue forjándose hasta volverse como el más duro acero.  

Todo en ello me inspiraba sensaciones jamás sentidos. Cuando me contaba las historias de su vida no hacía sino fascinarme un poco más. Me enamoré, y creo que de alguna manera ella también lo hizo de mí.

Una noche tormentosa aconteció el suceso más horrible de toda mi vida. Estábamos las dos abrazadas en el suelo, con una copa de whiskey, y el sonido del tocadiscos al son de “Blues in the  night” cuando alguien golpeó la puerta. Eran las 3 de la mañana.
Violeta se puso su bata de seda y fue a abrir. A partir de ahí solo recuerdo golpes, insultos, sangre, llanto y el ver como 3 desalmados se llevaban a la mujer de mi vida.  Nunca olvidaré ese 3 de septiembre de 1943.

Y ahora la Gran Vía parece mucho más inmensa si no camino a su lado.
Tiempo después de aquel día supe el porqué fue ella y no yo.  Su nombre, su vestido, su bandera, ella era el peligro para aquellos infelices, ella era la REPÚBLICA.

Hoy es 3 de septiembre de 1989, cumplo 80 años y se cumplen 46 años sin ella. Hoy quiero que tú, lector, conozcas la historia de Violeta, nuestra historia, mi historia.




miércoles, 27 de abril de 2011

Sin tí.

Miro por la ventana y no deja de llover. Tres días sin noticias tuyas. Te fuiste, no dijiste adiós, no dejaste una nota, no reprochaste nada. Cogiste tus maletas y te fuiste.

La soledad no me preocupa, solo pienso en que no se si te volveré a ver. Quizás algún día, alguna vez, quizás mañana vuelvas, quizás estés arrepentida. Quizás.
Tampoco puedo llorar porque no tengo motivos. Sé que fui estúpida y que te deje marchar. Sé que todo esto  es mi culpa. Sé que no te merecía y sé que aguantaste demasiado.

Todo está vacío,  la casa se llena con tu ausencia. Miro tu foto y la desolación inunda mi cuerpo, mi alma esta triste. Decido salir.
Madrid no es igual si no camino a tu lado, sino me coges la mano y si no me besas frente a los Jardines de Sabattini. Nada es igual sin ti. 

martes, 26 de abril de 2011

ELLA

Ella era tan perfecta. En  todos los años que pase a su lado jamás pude encontrar un minúsculo rasgo de imperfección.
Sus labios rojos, carnosos, que invitaban a besarla y que hacían que una vez que la hubieras probado no pudieras contener el deseo de poseerla eternamente. Sus ojos negros que penetraban en el alma como una fuerza feroz y que jamás podré sacar de mi cabeza. Aun cuando me adentro en mis propios pensamientos  esos ojos se me aparecen, como inmensos agujeros en los que me hundo, cayendo en su red, en su embrujo. Su pelo moreno no hacía sino aumentar su belleza, a la vez que la dotaba de un cierto aire salvaje que me provocaba una profunda fascinación.
Ella era la Venus que ningún pintor pudo reflejar jamás en un cuadro. Nadie supo valorarla como mujer, nadie supo hacerlo como persona.

Aun recuerdo el día en que la vi por primera vez.  Recuerdo que paseaba por Madrid y que su belleza me dejo aun mas fascinada que cualquiera de los edificios de la ciudad. No le dije nada, no tuve el valor de enfrentarme  a esa situación, pero la seguí, seguí cada movimiento suyo durante días, durante semanas. Sabia donde dormía, donde trabajaba, en que pasaba las horas… creía que lo sabía todo de ella, pero me faltaba lo más importante, no sabía su nombre.
Un día inesperado ella cambio su rutina, ese día cambio también mi vida. La seguí desde la pensión hasta el Metro, pero ese día ella se bajó en Ventas; yo, despistada, me choque con su cuerpo perfecto a la salida y fue ella, con esa voz embriagadora la que tuvo el valor de dirigirse a mí:
-          Ella: vaya, por fin nos vemos cara a cara. Sabes, sé que me has estado siguiendo todo este tiempo, pero tranquila, que no me importa, al contrario, me parece un juego divertido.
-          Yo: vaya…. no se que decir, perdona… yo….
-          Ella: ¿te apetecería tomar un café conmigo?
-          Yo: está bien

Y así fue, así, como comenzó este sueño o quizás pesadilla, este encadenamiento fatal y a la vez tan gratificante.
Esa misma noche ella fue la que me siguió. Yo estaba ya en casa, haciendo memoria de lo acontecido esa tarde cuando el timbre de mi puerta sonó. Me dirigí hasta allí y cuál fue mi sorpresa… era ella. Sin mediar palabra alguna entro y dio un portazo, me empujo contra la pared y  me hizo el amor. Jamás me había pasado nada igual, jamás había sentido dentro de mi tanta viveza hasta aquel instante, JAMAS  había amado hasta que la conocí.