martes, 26 de abril de 2011

ELLA

Ella era tan perfecta. En  todos los años que pase a su lado jamás pude encontrar un minúsculo rasgo de imperfección.
Sus labios rojos, carnosos, que invitaban a besarla y que hacían que una vez que la hubieras probado no pudieras contener el deseo de poseerla eternamente. Sus ojos negros que penetraban en el alma como una fuerza feroz y que jamás podré sacar de mi cabeza. Aun cuando me adentro en mis propios pensamientos  esos ojos se me aparecen, como inmensos agujeros en los que me hundo, cayendo en su red, en su embrujo. Su pelo moreno no hacía sino aumentar su belleza, a la vez que la dotaba de un cierto aire salvaje que me provocaba una profunda fascinación.
Ella era la Venus que ningún pintor pudo reflejar jamás en un cuadro. Nadie supo valorarla como mujer, nadie supo hacerlo como persona.

Aun recuerdo el día en que la vi por primera vez.  Recuerdo que paseaba por Madrid y que su belleza me dejo aun mas fascinada que cualquiera de los edificios de la ciudad. No le dije nada, no tuve el valor de enfrentarme  a esa situación, pero la seguí, seguí cada movimiento suyo durante días, durante semanas. Sabia donde dormía, donde trabajaba, en que pasaba las horas… creía que lo sabía todo de ella, pero me faltaba lo más importante, no sabía su nombre.
Un día inesperado ella cambio su rutina, ese día cambio también mi vida. La seguí desde la pensión hasta el Metro, pero ese día ella se bajó en Ventas; yo, despistada, me choque con su cuerpo perfecto a la salida y fue ella, con esa voz embriagadora la que tuvo el valor de dirigirse a mí:
-          Ella: vaya, por fin nos vemos cara a cara. Sabes, sé que me has estado siguiendo todo este tiempo, pero tranquila, que no me importa, al contrario, me parece un juego divertido.
-          Yo: vaya…. no se que decir, perdona… yo….
-          Ella: ¿te apetecería tomar un café conmigo?
-          Yo: está bien

Y así fue, así, como comenzó este sueño o quizás pesadilla, este encadenamiento fatal y a la vez tan gratificante.
Esa misma noche ella fue la que me siguió. Yo estaba ya en casa, haciendo memoria de lo acontecido esa tarde cuando el timbre de mi puerta sonó. Me dirigí hasta allí y cuál fue mi sorpresa… era ella. Sin mediar palabra alguna entro y dio un portazo, me empujo contra la pared y  me hizo el amor. Jamás me había pasado nada igual, jamás había sentido dentro de mi tanta viveza hasta aquel instante, JAMAS  había amado hasta que la conocí.

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